miércoles, junio 24, 2009




 


Policía Metropolitana represiva: El símbolo del miedo

En el camino de la historia contemporánea, la represión ha representado el miedo al otro, “la violencia es el miedo a los ideales de los demás” expresó Mahatma Gandhi en su cruzada de la no violencia, ese susto dispara la alerta al que detenta el poder y le dice: disiento de tus ideas, es inaceptable lo que me quieres imponer a la fuerza; bien reza el concepto de represión en el Diccionario de la Real Academia Española: Acto, o conjunto de actos, ordinariamente desde el poder, para contener, detener o castigar con violencia actuaciones políticas o sociales.

El tema de la represión de la Policía Metropolitana en Caracas ha generado controversias en los diversos sectores de la sociedad civil, unos piensan que cuando una masa de personas se sale del control del Gobierno hay que “castigarlos” para que no vuelvan a manifestar por cualquier cosa que crean están descontentos. Otros tantos dicen que están exigiendo se cumplan sus reales derechos consagrados en el artículo 19 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela: El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos humanos. Su respeto y garantía son obligatorios para los órganos del Poder Público de conformidad con la Constitución, los tratados sobre derechos humanos suscritos y ratificados por la República y las leyes que los desarrollen.

Y he aquí el punto de quiebre: la represión violenta busca infringir amenaza a ese otro que tiene una actuación política en la sociedad y que genera un cambio de conciencia social para decantarse en la resistencia civil.

Las gráficas de dos manifestaciones reprimidas por la Policía Metropolitana en Caracas son la evidencia de este tema.

En la convocada por el sector estudiantil universitario el día 20 de enero de 2009, los estudiantes se habían reunido para caminar hasta el Tribunal Supremo con dos peticiones de amparo: contra la celebración de un referendo para una enmienda constitucional que ya consideran negada en un referendo anterior y, contra la decisión de imposibilitar la inscripción en el Registro Electoral de los jóvenes que llegaron a la edad permitida por la ley para ejercer el derecho al voto. La marcha ni siquiera pudo partir, porque desde sus inicios fue impedida con bombas lacrimógenas y disparos de la Policía Metropolitana. El Ministro del Interior, Tarek El Aissami, ex presidente de la Federación de Centros en la Universidad de los Andes, excusó la arremetida policial contra los estudiantes, alegando que se habría producido una “contramarcha”. La contramarcha nunca apareció pero el Ministro declaró que esa fue la razón del ataque a los estudiantes, para impedirles que avancen en las calles de Caracas. El Ministro parecía obedecer las órdenes dadas públicamente por el Presidente de la República, de que ministro o funcionario que no reprima a los estudiantes “con gas del bueno” (sic) será removido de su cargo. La práctica de los estudiantes, en todo el país, consiste a responder a los tiros con unas manos vacías, pintadas de blanco.

El segundo reseñado fue la tradicional marcha de los trabajadores del Primero de Mayo. Las personas caminaban hacia la Asamblea Nacional, donde se tenía previsto entregar un pliego de solicitudes. Al llegar a una distancia todavía lejana de la Asamblea, frente a la Fiscalía en la Avenida Universidad y a la altura del Parque Carabobo, la marcha se ve cortada por unas vallas dispuestas por la Policía Metropolitana. Detrás de las vallas estaban unas 10 o más filas de efectivos policiales en indumentaria antimotín, con la policía femenina puesta en una vanguardia disuasiva. Dos mujeres con sólo franquear un metro de valla produjeron la desproporcionada respuesta de la PM, en una acción ordenada por el General Carlos Meza. Una mujer logra empujar un metro de valla y se cuela por el orificio que abrió mientras otra mujer sigue su ejemplo y se introduce por el mismo sitio pero del otro lado. Inmediatamente, el General Meza ordenó abrir sobre los manifestantes un fuego cerrado de gas lacrimógeno y perdigones. En esta manifestación fue usado un gas hasta ahora desconocido: el “disperser” que lanza una sustancia color naranja sobre los manifestantes. La sustancia impregna la vestimenta y se activa quemando la piel cuando entra en contacto con la humedad (sudor o agua lanzada por la policía), lo que causó casos de severa asfixia.

Sólo me queda parafrasear a Isaac Asimov “la violencia es el último recurso del incompetente”.


Cecilia Rodríguez, Reportera Gráfica del Diario El Nuevo País y la Revista Zeta.